jueves, 10 de noviembre de 2016

Cómo se logró que mucha gente creyera que los derechos de la comunidad LGTBI (o la “colonización homosexual”) estaban en disputa en La Habana



Toda Colombia lo sabe pero, más allá de sus fronteras, tal vez poca gente se enteró de que un factor trascendente en la abstención y en el voto en contra de los acuerdos de paz alcanzados entre las FARC y el gobierno fueron un conjunto de declaraciones en torno a algo que llamaron la “ideología de género”.

No surge de la nada, son un conjunto de temas en los que ya existía un tira y afloja. ¿Los temas? Los de siempre: derechos sexuales, derechos reproductivos y equidad de género. En este caso, sobre todo los primeros.

En los últimos años Colombia ha vivido importantes avances. Desde el año pasado, las parejas del mismo sexo pueden optar a procesos de adopción y este año se aprobó el matrimonio entre personas del mismo sexo. También a mediados de año se lanzó el borrador de unos manuales de convivencia dirigidos al personal docente y administrativo de los centros educativos donde se abordaba el respeto con el que debían tratar a sus estudiantes con respeto a su orientación sexual o su identidad de género. En palabras del viceministro de educación, Víctor Saavedra Mercado, lo que se pretendía era “que se eliminen expresiones o lineamientos que castigan las expresiones de género”. 

El documento no era una ocurrencia del ejecutivo, suponía cumplir una orden de la Corte Constitucional después de que un joven de 16 años se suicidara lanzándose desde la terraza de un centro comercial dejando una nota en la que confesaba que el acoso sufrido en el entorno escolar y familiar por ser homosexual se le hacía insoportable. La tragedia de Sergio Urrego conmocionó al país.
Pero no todo el mundo leyó esta iniciativa como una maniobra para tratar de atajar la discriminación en el ámbito educativo, hubo sectores fundamentalmente religiosos― que entendieron que se trataba de una especie de conspiración desde la comunidad LGTBI para “convertir” al resto.


Imagen de Colombia Diversa, organización que vela por los derechos de las personas LGTBI
Ante las actitudes fundamentalistas, las reacciones de la institucionalidad suelen ser cobardes. La ahora exministra de educación, Gina Parody, quien además es abiertamente lesbiana (algo que por supuesto fue usado en su contra), adujo que el manual no había sido elaborado por el Ministerio sino por una de las agencias de Naciones Unidas: el UNFPA.

El manual está escondido en algún cajón, víctima de uno de esos trámites que podría condenarle a la esterilidad.

¿Y los acuerdos de paz?

¿Qué tiene que ver todo esto con los acuerdos de paz entre el gobierno y las FARC? En principio, nada.
En julio de este año se anunció que éstos serían los primeros acuerdos de paz donde se incluiría el enfoque de género de manera transversal. A la hora de explicarlo, el jefe de la delegación de Gobierno, Humberto de la Calle, sorprendió con un discurso conceptualmente rico dando cátedra sobre la diferencia entre sexo y género: “El enfoque de género toca concepciones de carácter cultural que han generado estructuras de comportamiento social que son históricas, en el sentido de que son productos sociales no deterministas. […] El género evoca roles de dominación, de discriminación sobre todo a la mujer y a formas de identidad sexual diferentes. Y hasta nombró a Simone de Beauvoir. 

Hacer el enfoque de género transversal a los acuerdos supone muchas cosas. Por un lado, que se reconozca que las mujeres y la comunidad LGTBI han sido víctimas del conflicto armado de una forma diferenciada. Un punto clave es señalar la violencia sexual como delito de lesa humanidad no amnistiable ni indultable, teniendo en cuenta que el 85% de las víctimas de violencia sexual son mujeres, según datos de Medicina Legal. Asimismo, el desplazamiento fruto del conflicto se ha exacerbado en las mujeres. “Cuando una mujer es desplazada, se desplaza toda una familia o casi toda una comunidad”, apostilló Yiya Sandoval, integrante del movimiento ciudadano Paz a la Calle.
En el punto de participación política, se estableció la “promoción de la participación de las mujeres en espacios de representación, toma de decisiones y resolución de conflictos”, aunque no se logró aprobar la paridad. 

En el de reforma agraria se tiene en cuenta el papel de las mujeres y la importancia de que aparezcan como propietarias y titulares en la asignación de tierras, además de incluirlas explícitamente en planes y programas para la capacitación técnica o la distribución de semillas.

En cuanto a los cultivos ilícitos, al dejar de perseguir los delitos menores no violentos se salva a la mayoría de mujeres implicadas en estas redes, mujeres empobrecidas generalmente a las que se coloca en los puntos de la cadena más vulnerables.

Como ven, nada en relación al concepto de familia, de qué sexo deben ser sus componentes o su orientación sexual. Tampoco sobre si el enfoque de la educación en los centros escolares deba ser conforme al concepto tradicional de familia o abrirse a un concepto más abierto e inclusivo. No es que estas discusiones sean baladí, sólo que no se abordan en los acuerdos. Estas controversias se mezclan de forma malintencionada con los acuerdos.

Sería para reírse si no fuese por la cantidad de personas que lograron movilizar. Una amiga me contó que su madre siempre pensó en abstenerse hasta que un día regresó del culto evangélico convencida de que debía votar por el `no´ “para que no nos impongan el homosexualismo”.

¿Quiénes generaron este malentendido? Personajes como el exprocurador general, Alejandro Ordóñez, la procuradora para la defensa de los derechos de la infancia, la adolescencia y la familia, Ilvia Myriam Hoyos, la senadora del Partido de la U el partido del presidente Juan Manuel Santos, por cierto, Ángela Hernández, la senadora del Partido Liberal, Viviane Morales, líderes de varias iglesias, fundamentalmente evangélicas, y, por supuesto, uno de los principales portavoces de la campaña del `no´, el senador y expresidente del Gobierno, Álvaro Uribe Vélez.
Todos pusieron en el centro del debate la defensa de la familia tradicional, los valores y principios religiosos que, en su opinión, estaban siendo amenazados por la incorporación del enfoque de género en el Acuerdo Final. En otras palabras, se distorsionó la inclusión del enfoque de género en los acuerdos de forma malintencionada mediante un discurso homofóbico.
Yiya Sandoval acusó a estos sectores de querer regresar a un “enfoque familista” negando la laicidad del Estado colombiano e irrespetando los derechos de las mujeres y las disidencias sexuales.

Desde Paz a la Calle, Paola Vargas reflexionaba: “Esto fue un sacudón para ver que tenemos que salir de nuestras esferas políticas y hablar con los demás porque el tema de género no está muy claro. Así se logre firmar los acuerdos, la implementación depende de una educación mucho más profunda”. 

Yiya Sandoval (izquierda) y Paola Vargas, de la Comisión de Género de Paz a la Calle.
Después del plebiscito

La controversia no termina con el plebiscito. Una vez que gana el `no´ por un estrecho margen, comienzan las conversaciones y tanto el gobierno como las FARC buscan dialogar en torno a los temas sobre los que no hay consenso. Entre ellos, la ideología de género. Hay que tener en cuenta que el fenómeno cristiano en Colombia cuenta con 6.000 iglesias, según datos de la Oficina de Asuntos Religiosos del Ministerio del Interior. Unos 15 millones de feligreses.

Las iglesias cristianas plantean cosas como la defensa del concepto tradicional de la familia, que el término género se circunscriba a sexo únicamente y que se garantice el derecho de padres y madres a educar conforme a sus valores. 

La comunidad LGTBI demandan que el acuerdo entre gobierno y FARC no abarque la definición de familia, matrimonio o adopción por parejas del mismo sexo, por no tener relación con ninguno de los puntos.

Santos ya ha dicho que el enfoque de género se queda en los acuerdos, pero la ideología de género no está incluida, ni se va a abordar el concepto de familia en La Habana. 

Falta mucho para aceptar que el género es una construcción social donde también entra la orientación sexual como una decisión individual influida por múltiples factores, frente a la idea de que sexo y género van de la mano por voluntad de una deidad y toda forma de sexualidad no heterosexual no es “legítima”.

Como indicaban las integrantes de la Comisión de Género de Paz a la Calle, lo que ha quedado claro es que se necesita hacer mucha pedagogía en el tema de derechos.