jueves, 19 de enero de 2017

La ambigüedad que trae muerte en Colombia

La violencia en muchos países latinoamericanos es frecuente. Lo que distingue a Colombia es la cantidad de casos donde busca atacar un discurso político. Los asesinatos de personas que participaban en organizaciones sindicales, campesinas, afro, estudiantiles, indígenas o integraban alguna organización o partido político son cuantiosos.

Las organizaciones nacionales e internacionales y el Gobierno no logran ponerse de acuerdo acerca de la cifra de este tipo de homicidios en el 2016. Entre 58 y 116. Tomaremos una intermedia, de 85, del informe de la organización Front Line Defenders, que da cierto nivel de credibilidad al presentar un listado de las personas fallecidas. Según el documento, en todo el mundo fueron asesinadas 285 personas dedicadas a la defensa de los derechos humanos. Colombia, con casi un tercio de los casos, es el país con mayor número. No parece que se le haya dado mucho bombo a esta noticia, pese a lo impactante y trascendente que es.

Mannifestación de integrantes de Marcha Patriótica.
Fuente: Contagioradio.com

Para Ariel Ávila, investigador de la Fundación Paz y Reconciliación, la sensación de que nada tan grave está sucediendo en el país probablemente tenga que ver con que las personas asesinadas son líderes en sus comunidades, veredas y pueblos. “Se mata en lugares lejanos de tal manera que en los centros urbanos existe la sensación de que nada malo está pasando”, declaró para el periódico El Tiempo.

Este tipo de asesinatos era común prácticamente en toda Latinoamérica en la década de los 80. También en los 90. Pero ningún país mantiene esa lógica de una forma tan sólida como Colombia en el presente siglo. Aquí sigue habiendo organizaciones alzadas en armas desde un discurso político e integrantes de organizaciones civiles asesinadas pese a no hacer uso de la vía armada.

El uso de las armas para atacar o defender un discurso político es un tema delicado que unos denuncian, otros justifican y otros evaden. Empuñadas por Estado, paramilitares y guerrillas, ni las organizaciones sociales se libran de los señalamientos, que pueden derivar en estigma. Concretamente, las organizaciones Marcha Patriótica y el Congreso de los Pueblos han sido asociadas en reiteradas ocasiones con las FARC y el ELN respectivamente.

Ambos son movimientos amplios de izquierdas bajo los que se agrupan una gran cantidad de organizaciones afro, indígenas, campesinas, de personas sindicalizadas, integrantes de organizaciones de derechos humanos, personas desplazadas, prisioneras de guerra, ambientalistas y miembros del movimiento urbano y de la lucha estudiantil.

Desde ambas organizaciones se ha denunciado que sus supuestos vínculos con las guerrillas se han empleado para justificar los asesinatos de sus líderes. En el 2016, coincidiendo con la recta final de las negociaciones entre las FARC y el Gobierno colombiano, han sido asesinados, según la Fundación Paz y Reconciliación, 14 militantes activos de Marcha Patriótica.

Esta organización criticó la impunidad ante estos casos, puesto que ninguno de ellos está siendo investigado, según declaró a finales de 2016 James Iván Larrea, vocero de Marcha Patriótica en el departamento del Valle del Cauca.

Esto hace que resulte entendible que quienes integran el Congreso de los Pueblos estén temerosos de lo que pueda ocurrir ahora que parece que va a comenzar la fase pública de las negociaciones del Gobierno con el ELN.

Uno de sus integrantes, Olimpo Cárdenas, admitió respeto y reconocimiento "a lo que originó ese tipo de lucha en esas organizaciones insurgentes", pero denunció que “tratan de hacerse los locos porque vincularlos (al ELN con el Congreso de los Pueblos y a Marcha Patriótica con las FARC) les permite hacer la guerra sucia. Si yo vinculo al Congreso con el ELN puedo fácilmente golpear a los líderes del Congreso como ya se hizo y asesinarlos o encarcelarlos por ser del ELN. Una cosa es que seas parte de una insurgencia armada y otra es que seas parte de un movimiento de oposición, revolucionario, amplio, de masas, de una sociedad”.

Mientras Marcha Patriótica está trabajando para que se investiguen los asesinatos, se acabe con la impunidad al respecto y se comiencen a implementar los recién firmados acuerdos de paz de las FARC y el Gobierno, el Congreso de los Pueblos se prepara para formar parte activa en la mesa de negociación de Quito entre el Gobierno y el ELN.

La Mesa Social para la Paz

El Congreso de los Pueblos organizó un Congreso para la Paz en el 2013, momento en el que se estaban dando las negociaciones entre el Gobierno y las FARC y se habían anunciado las exploraciones de paz con el ELN. “La gente no quería ser solamente espectadora de procesos entre guerrilla y gobierno, quería opinar y ser tenida en cuenta”, explicó Cárdenas, quien reprobó que desde el Gobierno y desde la mayoría de medios de comunicación se limiten a identificar la paz con el fin de las armas: “Quieren que las insurgencias armadas se desmovilicen y creen que eso va a traer la democratización del país, olvidando todo lo demás”.

Fruto de este Congreso surgió la iniciativa de armar una Mesa Social para la Paz. Su pretensión es ambiciosa: incluir todas las corrientes políticas, sociales e ideológicas que existen en el país. Esto englobaría a la población que no está organizada y a quienes tienen una visión adversa. El objetivo es que estas voces dialoguen en torno a qué cambios son necesarios para lograr la paz y alcancen un acuerdo que sirva de insumo en la mesa de negociación que está tratando de arrancar en Quito entre el ELN y el Gobierno.

Al lanzamiento de la Mesa Social para la Paz llegaron integrantes de corrientes políticas diversas.
Fuente: Mesa Social para la Paz.

La propuesta casa perfectamente con uno de los puntos clave acordados por el ELN y el Gobierno: la participación ciudadana. Desde el ELN se celebró el lanzamiento de la Mesa: “Que cuenten con nosotros en este esfuerzo de paz. La participación es el alma de esta mesa, es el punto uno de la negociación. Construir una visión común de paz que sea viable”, enunció Pablo Beltrán, miembro del Comando Central de la guerrilla, en un video proyectado en el evento de lanzamiento de la Mesa Social el pasado 3 de noviembre.

Algunos miembros de la Mesa opinaron que el Gobierno no desea que la participación ciudadana sea tan amplia, puesto que no es lo mismo poner `líneas rojas´ a una negociación con la insurgencia que ponérselas a un diálogo con la sociedad civil. El Gobierno puso unos límites para negociar con las FARC que son clave en la agenda de la Mesa Social para la Paz, como reformas de fondo en salud y educación y plantear un nuevo modelo de explotación minero-energética.

Por eso, esos mismos miembros creen que una buena parte del pulso inicial entre Gobierno y ELN será acerca del alcance de esa participación de la sociedad civil, fundamental, según afirman, en el planteamiento político del grupo insurgente. 

El tira y afloja del Gobierno colombiano y el ELN

Es complejo conocer y entender a las dos guerrillas que siguen funcionando en Colombia. Se dice que sus estilos son distintos. Al menos las formas a la hora de dialogar con el Gobierno si lo son.

En los acuerdos alcanzados en La Habana, las FARC optaron por pedir algunas modificaciones más o menos importantes según quién opine (como la reforma agraria o el punto relativo a los cultivos de uso ilícito) y facilidades para transitar hacia la vida política, asumiendo que los grandes cambios estructurales que deseaban (como el del modelo económico) no podrían darse en esta etapa. Supuestamente, aspiran a concretarlos tras la firma de los acuerdos, ya como movimiento político no armado.

El ELN pide cambios estructurales como condición para abandonar la lucha armada. Aspiran a ser una formación política, pero quieren comenzar a hacer política desde la propia negociación. El gobierno les acusa de que su intención de abandonar las armas no es sincera.

El jefe negociador del Gobierno Colombiano, Juan Camilo Restrepo, y el jefe negociador del ELN, Pablo Beltrán, se estrechan la mano en Quito.
Fuente: EFE
Un militante del ELN consultado afirmó que hay voluntad de abandonar las armas pero también recelo: “Si el ELN, después del examen juicioso de cómo ha avanzado el proceso, observa que ha habido verdaderas demostraciones de que el establecimiento también quiere caminar hacia allá, el ELN habla seriamente de las armas”. Según esta fuente, que pide el anonimato, esta guerrilla afín a la revolución cubana “no estaría dispuesta a una negociación donde le prometen que van a hacer algo y luego le engañan, como es la historia del país. Por eso ha planteado una forma de negociación en donde las cosas se vayan dando al nivel que va caminando el proceso”.

Al preguntarle por la visión de esta guerrilla acerca del uso de las armas en la actualidad, remarcó que las causas que dieron origen al alzamiento armado siguen intactas: “La lucha de clases se ha profundizado, hay más saqueo, más destrucción, más opresión, violencia estatal, cada vez se abre más el abismo entre ricos y pobres”.

Pese a todo, el ELN y el Gobierno acaban de alcanzar un nuevo acuerdo para comenzar la fase pública de las negociaciones. Estaba previsto que arrancaran en octubre, pero se dio un tira y afloja en torno a las condiciones para instalar la mesa de diálogo. El gobierno afirmó que esta insurgencia no desea realmente renunciar a las armas y lo ilustró arguyendo que se negaba a liberar al excongresista Odín Sánchez y a seguir cometiendo actos violentos.

El ELN aseguró que la liberación del político Odín Sánchez no era uno de los requisitos para la instalación de la mesa. Para demostrarlo, hizo públicos extractos del documento acordado entre esta guerrilla y el Gobierno donde se decía que se pactó la liberación de dos secuestrados sin precisar nombres y este requisito fue cumplido al soltar al exalcalde de Charalá (departamento de Santander), Fabio León Ardila, y al arrocero Alejandro Alarcón Jarro, en el departamento de Arauca.


Comunicado publicado por el ELN en octubre de 2016.

Desde el Gobierno se criticó que el ELN vulnerase el carácter confidencial de los acuerdos al hacer públicas las condiciones. El Comando Central del ELN reconoció que la  divulgación de los documentos no era procedimental, pero resultaba la única forma de demostrar a la sociedad que ellos no estaban incumpliendo.

El militante del ELN criticó el accionar del gobierno: “En el Estado no se puede confiar porque juega a la trampa, se muestra víctima y te muestra victimario y él nunca hace nada, siempre es el otro”.

En cuanto a Odín Sánchez, el excongresista del departamento del Chocó no es ningún santo, aunque casi nadie hable estos días de ello. Fue condenado por la Corte Suprema de Justicia por ayudar a la conformación de grupos paramilitares, concretamente, el Bloque Élmer Cárdenas de las Autodefensas de Colombia (AUC). En la actualidad debe al Estado más de 5 mil ochocientos millones de pesos (casi dos millones de dólares americanos).

Odín fue secuestrado el 3 de abril de 2016 a cambio de su hermano, el exgobernador de Chocó Patrocinio Sánchez Montes de Oca. 

El jefe máximo del ELN, Nicolás Rodríguez Bautista, alias ‘Gabino’, dijo en una entrevista que liberarían a Sánchez cuando el Gobierno cumpliera con el compromiso de indultar a dos rebeldes presos y nombrar a dos gestores de paz para que integren el equipo negociador del lado del ELN.

Parece que finalmente las condiciones de ambos bandos serán cumplidas casi a cabalidad. Se ha establecido el 2 de febrero como fecha en la que Odín Sánchez será liberado. También en esa fecha se nombrará a Juan Carlos Cuéllar y Eduardo Martínez Quiroz como gestores de paz. Ambos están actualmetne presos en la cárcel Bellavista de Medellín.

En cuanto a los dos miembros del ELN que serán indultados, no pueden ser personas que hayan sido condenadas por delitos como narcotráfico o genocidio, sino por delitos políticos y anexos. Esos indultos se concederán en los términos de la justicia colombiana, puesto que han de ser concedidos por un juez.

Se ha anunciado que el 7 de febrero se instalará la mesa de conversaciones en Quito y el día siguiente arrancará la primera sesión.

Respecto a otros tipos de actos violentos, como el asesinato de policías y militares, el militante dijo que, en caso de que el ELN sea realmente el responsable, no supondría ninguna irregularidad porque no se ha firmado ningún acuerdo de cese bilateral. “El ELN va a seguir golpeando cuando pueda los objetivos militares del Estado cuando, con toda seguridad, el Estado va a seguir golpeando a los miembros del ELN”, remarcó para añadir: “Nadie va a decir: `¿cómo se le ocurre al ejército haber matado a miembros del ELN si está conversando?´. Pero si el ELN mata policías, inmediatamente la matriz (en alusión a los medios de comunicación comerciales) dice: `¿Cómo se le ocurre al ELN matar policías si está conversando?´”.

Se desconoce en qué términos se negociarán esta vez temas como la posibilidad de que el ELN abandone las “retenciones” (una palabra que, según el entrevistado, tiene connotación política, a diferencia de la palabra “secuestro”, con carácter jurídico). En unos intentos de negociación anteriores se planteó que lo haría si se le abonaba el dinero que esas retenciones le aportan y si el Gobierno estaba dispuesto a hablar de temas como la desactivación del paramilitarismo, la liberación de presos políticos o el fin de los asesinatos de líderes sociales.