Cada pueblo va construyendo su cultura con
pedazos de historias que ocurren, que se repiten, que se normalizan. En
Colombia, son muchas las traiciones históricas y, lo que es peor, gran parte de
ellas cometidas por el Estado. No existe un contexto que permita confiar en la institucionalidad.
No hay que sumergirse en densos libros de
Historia para encontrar capítulos que lo ilustren. Hace poco se conmemoraba la muerte de Guadalupe
Salcedo, un destacado comandante que encabezó
algunas de las guerrillas liberales de Los Llanos ―una región situada en el
oriente del país fronteriza con Venezuela― en la década de los 50 enfrentándose
al ejército y a los grupos paramilitares conservadores. Las guerrillas llegaron
a proclamar esta región Estado independiente y a crear su propia Constitución.
Más adelante llegaron a conversaciones con
el gobierno y Salcedo fue uno de los impulsores de la firma de la paz. Tres
años después fue asesinado por agentes policiales. Se dice que estaba
desarmado.
Otro caso inolvidable es el genocidio de la
Unión Patriótica (UP). Esta organización política se formó a mediados de los 80
fruto de unos acuerdos de paz entre el gobierno y las FARC, donde pactaron un
cese al fuego y el gobierno se comprometió a garantizarle a la guerrilla un
espacio político.
En este contexto se genera una gran
confluencia de fuerzas de izquierda que engloba a miembros del Partido
Comunista (su componente mayoritario), socialdemócratas, sindicalistas, profesores,
intelectuales y miembros de las FARC.
Se dice que fue su inesperado éxito político lo que desencadenó la oleada de asesinatos,
desapariciones y amenazas que empujaron al exilio a cientos de sus integrantes.
En dos décadas de ejercicio político fue asesinada una cifra que las
estimaciones más conservadoras establecen en 1,100 militantes. La organización habla
de 6,500 casos acreditados. Entre ellos, dos candidatos presidenciales.
Este genocidio político de manos de agentes
estatales y grupos paramilitares acabó con la escasa confianza que pudiera
haber en la guerrilla de las FARC hacia los pactos con el Estado.
Pese a este contexto, la guerrilla del M-19
entra en negociaciones para firmar la paz y buscar la acción política legal a
finales de los 80.
Carlos Pizarro, líder del M19 y uno de los
principales responsables de conducir a su organización hacia la paz pactada, fue
ultimado en 1990 por un sicario siendo ya el candidato presidencial de la
formación, pocas semanas después de la entrega de armas.
El sicario fue asesinado en el mismo avión
en que hirió de muerte a Pizarro. Dos jefes paramilitares fueron también
acusados y condenados de estar detrás del homicidio. Se habló de vínculos entre
los paramilitares y agentes del servicio de inteligencia colombiano, el DAS (Departamento
Administrativo de Seguridad) (DAS).
Difícil exculpar al Estado de un crimen que
se ejecuta en el interior de un avión comercial con una miniametralladora,
después de que supuestamente se extremaran las medidas de seguridad en el
aeropuerto de Bogotá, ya que un mes antes había sido asesinado en sus
instalaciones el dirigente de la UP y también candidato presidencial, Bernardo
Jaramillo.
Por todo esto no es de extrañar que en las
negociaciones de La Habana, los dirigentes de la guerrilla estén siendo tan enfáticos
en dar solidez a los acuerdos de paz, en asegurarse de que esta vez no serán
traicionados, que el gobierno cumplirá su palabra, que pueden entregar las
armas y pasar a la vida civil sin temer por su integridad física. Que esta vez
el Estado si va a cumplir con lo prometido. La presencia de organismos
internacionales como Naciones Unidas y Unasur es fundamental. Uno de los puntos
acordados ha sido que la ONU podrá intervenir de forma militar a través de la
OTAN en caso de que se den flagrantes quebrantamientos a los acuerdos de manera
violenta.
El blindaje de los acuerdos para que no
puedan ser modificados posteriormente por otro gobierno es otra medida que
busca restar peso a toda esta historia de traiciones estatales. Medidas
necesarias para romper con esa cultura de la traición y lograr que surjan
opciones pluralistas que no usen armas ni las teman.
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