La historia del grupo de música “propuesta” Pasajeros es una
de esas que merecen ser contadas. Lo sospeché cuando la oí por encima, pero al
entrevistar a uno de sus componentes, Leonardo Rúa, no imaginaba lo intensa e
interesante que sería, ni que a través de ella aparecería la de una ciudad:
Medellín.
Pasajeros se formó en 1991 con canciones que buscaban hablar
de la realidad que les rodeaba. Su lírica atinó tanto que fueron amenazados,
encarcelados y empujados a pedir asilo.
¿Cómo arranca el
grupo Pasajeros?
Se funda con tres integrantes, nos damos a la tarea de hacer
canciones que hablen de nuestra propia realidad. En la década de los 90, había empezado
a implementarse en Colombia la política neoliberal que trajo el presidente César
Gaviria y que provocó muchos cierres de empresas y, por lo tanto, mucho
movimiento obrero en contraposición. El acompañamiento constante del grupo en
las tomas de empresas, en actividades culturales, eso fue marcando los primeros
años de los 90.
Medellín era una ciudad industrial por excelencia, era el
80% del Producto Interior Bruto del país, con una gran industria que se
sustentaba más que todo en la parte textil. Había unas 20 empresas textileras
aquí grandes, como Coltejer, Tejecom, Fabricanto.
Se van porque, con la entrada de las políticas neoliberales,
a las empresas locales y a las extranjeras que estaban aquí funcionando les era
más barato abrir una base en México con cero sindicato, cero servicio pensional
y mano de obra más barata.
Leo Rúa, cantante del grupo Pasajeros. |
¿Aquí si había
derechos laborales?
Sí, claro. Había sindicatos fuertes. Los destruyen con esa
apertura económica. Los obreros se tomaron las empresas porque lo iban a vender
todo y les iban a dejar sin su patrimonio. Con el grupo les apoyamos con la
dinámica cultural para la resistencia en los campamentos que crearon en las
empresas que iban a ser desalojadas. Todo el movimiento social se vuelca allá
para apoyarlos hasta que logran llegar a unos acuerdos con la empresa. En ese
proceso fueron más de 300 empresas que cerraron en Medellín.
Cuando esto se rompe, se rompe una cadena generacional de
esperanza de empleo y todas estas vacantes que quedan se vuelven el caldo de
cultivo de la violencia estructural que ya venía atrapando un personaje que era
Pablo Escobar desde los 80. Ellos pasan a engrosar las filas de desempleados y
los grupos de delincuencia común. Se financian del microtráfico, trabajos
sicariales, hurtos y esas cosas.
En esa misma década de los 90, surgen en los barrios las
milicias populares, que son una respuesta a esa violencia estructural que se
formó porque, con el desempleo, los jóvenes no vieron otra opción que meterse
ahí, al dinero fácil. Y el Estado, en lugar de propiciar fuentes de empleo, las
estaba acabando en esta ciudad. Eso generó un gran ciclo de violencia que
parecía interminable, entran las milicias y las bandas de los barrios.
Los organismos de seguridad llegan a los barrios y, si veían
a 5 chicos parados en una esquina, lo que hacían es dispararles. Le llamaban
“la fumigada”, la mal llamada limpieza social. El movimiento cultural que te
venía relatando nace en respuesta también a eso. No podemos permitir que sigan
matando a los jóvenes de esta ciudad.
Se empiezan a formar unos colectivos culturales muy
importantes en los barrios con el fin de llegar a aquellos barrios donde el
Estado no ha llegado, no solamente con cultura sino también con educación,
salud… con atenciones básicas.
¿Desde los
movimientos barriales se suple la salud y la educación?
Si. El Estado había llegado a algún barrio de las comunas
populares de Medellín. Hacían el centro de salud pero no llevaban médicos,
hacían el colegio pero no ponían profesores. Después de algunos años de
permanecer vacíos estos espacios, la comunidad decide juntarse a través de las
Juntas de Acción Comunal, convocar a estudiantes y a grupos culturales y una
vez visto esto se decide ocupar estos espacios y traer los estudiantes de la
universidad para que vengan y hagan sus prácticas aquí y nos ayuden con la
gente.
Empieza a haber un movimiento muy fuerte alrededor de todos
los barrios populares de Medellín. Se juntaba una cantidad de gente no
solamente a trabajar para la comunidad sino también a los eventos culturales. Como
parte de esa formación que se les ofrecía a los muchachos en la parte artística
y cultural, salían talleres de poesía, literatura, música, telecomunicaciones,
danza, teatro, que se desarrollaban en esos mismos espacios. Ésta era una forma
de robarle jóvenes al conflicto, que además era muy fuerte en esos momentos.
Desde los 80, 90 y 2000 hay tres generaciones de jóvenes varones asesinados.
Hay otra respuesta del Estado y es que cuando entran las
milicias a las comunas de Medellín, el Estado para contrarrestar esto coopta a los
ejércitos de reserva que dejó Pablo Escobar tirados, les da armas, les da
vehículos, les da poder, les pone un uniforme gris y les pone un nombre muy
bonito: Cooperativa de Vigilancia Convivir. Arman a los jóvenes que trabajaban
con la mafia en la protección del pueblo contra las milicias. Es, de alguna
manera, el inicio del paramilitarismo en la parte urbana.
¿Cuál es el argumento
del Estado contra las milicias?
Únicamente decían que la guerrilla se estaba tomando la
ciudad y tenían que contrarrestar eso. Las milicias urbanas nacen como un
fenómeno de autodefensa contra las bandas de delincuencia que venían azotando
los barrios con mucha violencia. Homicidios, violencia sexual, cobro de
vacunas… Fue una década donde se contaban cada semana 100, 150 muertos en la
ciudad de Medellín.
También empieza a darse la incursión paramilitar, no sólo
con las Convivir, sino que el Estado empieza a traer hombres del Urabá
antioqueño a la ciudad para sacar a las milicias de los barrios. Frente a la
histeria que había de que la guerrilla se iba a tomar la ciudad, se la terminan
tomando los paramilitares.
Sería complicado
trabajar en los barrios con semejante contexto.
Había barrios donde no solamente era suficiente hablar con
la acción comunal del barrio sino que además había que pedir permiso al jefe de
las milicias o al jefe de la banda criminal o al grupo paramilitar de ese
barrio. Generalmente los grupos paramilitares no permitían ese tipo de
actividades.
El mensaje era que no nos podíamos quedar parados en la
esquina esperando que el Estado venga y nos mate. “Venga, aprovechemos sus
cualidades, ¿qué puede hacer?, ¿qué podemos construir?, ¿le gusta cantar?, ¿bailar?,
¿una actividad cultural?” Primero lo mostrábamos y luego presentábamos los
talleres.
Éramos muchos. Lo hacíamos a través de la corporación
cultural La Aldaba. También estuvo un tiempo apoyando ese proceso la ONU. De
ese modo había un nombre muy grande para poder entrar tranquilamente a esos
barrios y hablar con los actores armados. Al llegar con el nombre de la ONU la
gente pensaba que era algo importante.
¿Os fuisteis haciendo
famosos en este proceso?
Si, un poquito.
Una de las canciones míticas del grupo.
Hay un episodio que
marca vuestras vidas.
En el 2004 estábamos apoyando un gran paro cívico que hubo
en el norte del Valle de Aburrá en contra de un peaje que iban a poner cerca
del municipio de Copacabana dentro del área metropolitana.
¿Cómo afectaba ese
peaje a la comunidad?
Casi toda la gente que vive allí trabaja en el sur. Al
desplazarse saliendo de su municipio encuentran un peaje, lo que incrementa los
costos. Es un municipio de clase media baja. Fueron dos meses de paro cívico
muy fuerte y cuando estaban negociando con el Estado, los promotores del paro
nos piden que participemos de un concierto. En un gran operativo nos detienen a
los músicos del grupo Pasajeros bajo cargos de terrorismo y rebelión. Fue un
gran operativo del cuerpo élite antiterrorista de la policía, pero también participó
el ejército. Éramos cinco miembros, pero iban a por los fundadores, que éramos
tres.
¿Cuántos integraban
el operativo?
Muchos, para cada uno de nosotros había un pelotón de 10
policías con unas armas que ni ellos podían con ellas. A cada uno nos llevaban
en un vehículo diferente, custodiados como si hubieran capturado a Fidel
Castro. Una cosa impresionante, desproporcionada para capturar a tres peludos
músicos.
¿Hasta entonces
habíais sufrido amenazas?
En los 90 la presencia del Estado en cuanto a persecución al
movimiento social era muy fuerte. Todo lo que estuviera contra el Estado olía a
subversión y era objeto de persecución. Cuando salías de algún sitio siempre
veías el mismo coche, tipo camioneta, cuatro puertas de vidrios oscuros, con
cuatro personas adentro, mutilados (con la cabeza rapada), como policial, con
los vidrios abajo.
La misma descripción de los vehículos con los que ya
sabíamos que iban a los barrios a asesinar a los jóvenes. Como ya todos
sabíamos qué estaba pasando, cada vez que salíamos de alguna sede, reunión o
concierto, lo primero que hacíamos es mirar quién había por ahí.
Hubo llamadas telefónicas varias veces pidiéndonos que nos
fuéramos del país, que nos calláramos, que nos iban a matar si seguíamos
cantando y haciendo bulla contra el Estado. Eran llamadas típicas de las
fuerzas del orden acá.
¿Tomasteis medidas de
precaución?
Si. Por ejemplo, no vivir más de seis meses en una misma
vivienda. Al centro de la ciudad no se podía venir o, por lo menos, venir solo.
A ciertos barrios, bares y sitios, llegó un momento en que ya no podíamos ir.
De hecho, antes de la detención hubo una llamada que fue la amenaza más fuerte.
Fue en una mesa de paz en la universidad nacional amenazándonos, diciendo que
nos iban a callar la boca porque estábamos hablando muchas cosas cuando
cantábamos.
Seis meses antes de la detención, la situación estaba muy
delicada y no habíamos vuelto a tocar en la ciudad. Tocábamos fuera, en otras
ciudades o países como Cuba o España. Esas salidas nos daban un manto de
protección porque nos retirábamos un poco y dejábamos que los ánimos se
aplacaran, después de unos meses volvíamos y volvían las amenazas y nos
teníamos que ir otra vez, pero nunca pensamos en salir del país porque eran
amenazas y como que ya te estabas acostumbrando a vivir mirando en las vitrinas
de los comercios quién te estaba siguiendo simulando estar viendo la ropa
exhibida.
Las amenazas siempre
las identificas con grupos del Estado
Lo que pasa es que aquí siempre actuaron las fuerzas del
Estado en contra del movimiento social. Otra cosa es que paguen a sicarios de
un grupo armado para que hagan el trabajo sucio y maten a líderes sindicales o
sociales.
¿Qué pasa cuando os
detienen?
Nos llevan a prisión, nos ponen una chapa grandísima de
sindicación de terrorismo y rebelión. Algo que era muy difícil de demostrar. En
esa época ya casi todo Medellín estaba cooptado por el paramilitarismo, había
un ideario político de eliminar a las milicias y todo lo que tuviera que ver
con ellas y en ese momento incluía el movimiento social. Había desaparecidos,
asesinatos selectivos, amenazas, vetos, no se podía ir a ciertas zonas. También
las emisoras de radio cambiaron sus programaciones de radio de toda la vida y a
cambio pusieron reggaetón. Eso va cambiando la mentalidad de la gente.
Prohibieron escuchar canción social. La música de Pasajeros fue vetada por los
paramilitares y por las fuerzas del orden en los barrios donde íbamos.
Para el 2004, el grupo estaba más grandecito, éramos cinco,
con batero y bajo eléctrico. Antes éramos guitarra, bombo y vientos andinos. Jamás
pusimos palabras directas en una canción, nuestra construcción era muy
literaria, muy poética, pero reflejaba las dinámicas sociales que habíamos
vivido, la desigualdad social que venía ampliándose en la ciudad.
La detención fue un hecho escandaloso. Sobre todo porque fue
una detención sin orden de captura, abiertamente ilegal, porque se pasaron tres
horas con nosotros dando vueltas a toda la ciudad sin saber qué hacer hasta que
al día siguiente legalizaron.
¿Sabéis quién ordena
esa detención?
Viene de una fiscal especializada antiterrorista. Tiempo
después nos damos cuenta que la orden viene del alto gobierno. Para ese
entonces era (Álvaro) Uribe el Presidente de la República.
La voz se corrió muy rápido porque siempre a los eventos nos
acompañaban organizaciones de derechos humanos nacionales e internacionales. Nos
trasladan a la cárcel de Bellavista, nos leen los cargos de terrorismo y
rebelión, donde nos hacían parecer como si fuésemos los jefes de las milicias
populares de todo Medellín. A uno le ponían que era el jefe de finanzas, otro
el jefe político y otro el jefe militar. Tenían cinco declaraciones de cinco
testigos que decían que eran desmovilizados, unos de las milicias del ELN,
otros de las milicias de las FARC, pero todos recibían órdenes nuestras
supuestamente. Eso era muy curioso porque cualquiera que tenga conocimiento de
eso sabe que cada uno obedece a una línea de mando diferente.
Estando en prisión nos damos cuenta de que esos testigos si
eran reinsertados, pero no de un grupo
subversivo sino del Bloque Cacique Nutibara de las Autodefensas (grupo
paramilitar que operaba en Medellín y se desmovilizó en el 2003). La fiscal les
había inducido a dar testimonio contra nosotros. Ponían que ordenábamos
homicidios, que habíamos dado dinero para comprar fusiles en no sé qué sitio o
para poner bombas en algún sitio de la ciudad. Una serie de cosas que formaron
un proceso de unos 500 folios. Impresionante.
También estaban documentados todos los seguimientos que
habíamos notado que nos habían hecho, pero ninguno llegaba a una conclusión de
que estuviéramos haciendo algo ilegal. Simplemente nos seguían y ya.
Cuando nos damos cuenta de este entramado que prepara la
fiscalía para llevarnos a prisión, solicitamos las pruebas. Pasamos seis meses
en prisión sin que ordenaran una prueba que nosotros pidiéramos. Es ahí donde
interviene la ONU y con su intervención la Fiscalía se ve amenazada y entonces
ordena las pruebas y el cambio de fiscal. La nueva fiscal mira ese proceso y ve
que es ilegal, ordena las pruebas y se demuestra que los testigos eran falsos,
que era un montaje judicial, lo que aquí llamamos un falso positivo judicial. Eso
da como resultado que seis meses después salgamos en libertad.
Fragmento de la entrevista donde Leo Rúa narra su experiencia en la cárcel de Bellavista.
¿Qué hicisteis al
salir de prisión?
Estuvimos tres meses bajo un programa de protección de
defensores de derechos humanos en Bogotá, y es ahí donde llegan nuevas amenazas
que venían directamente del DAS (el servicio de inteligencia colombiano de
aquel entonces) y nos toca tomar la decisión de salir del país.
En esos tres meses en Bogotá tuvimos la oportunidad de
reunirnos con el Director Nacional de Fiscalías y él nos dice que la orden de
la detención nuestra viene de altas esferas del gobierno y que es mejor que
busquemos dónde irnos. Estuvimos nueve años en mi caso en el exilio.
¿Cómo os vais?
Amnistía Internacional ayudaba a sacar a la gente del país,
pero nosotros no fuimos por ahí porque, por la premura, no dio tiempo a hacer
el trámite necesario, había que esperar mucho tiempo y la cuestión era de
inmediatez.
Unos amigos nos envían una invitación para hacer una gira de
conciertos por el Estado español. Hicimos la gira de conciertos y fuimos a la
oficina de asilo y refugio, a través del CEAR de España (Comisión Española de
Ayuda al Refugiado). Pudimos llevar unos documentos que acreditaban la
persecución del Estado, entre ellos la inclusión de la ONU del caso Pasajeros
como caso tipo de la violación al derecho a la libertad de expresión en
Colombia.
No fue fácil el exilio, no es fácil romper con tu vida
tajantemente, con toda tu dinámica familiar, social, profesional, musical y
llegar a un país donde no te conoce nadie, aunque habíamos estado de gira e
hicimos otra a la llegada, realmente éramos un grupo que nadie conocía. Y lo
que cantábamos obedecía a una dinámica muy de acá que la gente en España poco
entendía.
¿Cómo se os recibe
desde la institucionalidad española como asilados?
En términos de ayudas efectivas, nos llevamos una poco grata
sorpresa porque en realidad la salida del país era para preservar no solamente la
vida, sino la dinámica artística y musical que teníamos como grupo. Lo que nos
propone el CEAR es ubicarnos a cada uno en una ciudad diferente de todo el
Estado español, con lo que no cumplíamos el objetivo. No tenía sentido salir
del país para estar desperdigados.
¿Cuál es el argumento
que usa el CEAR?
La falta de cupos. Las políticas de ayuda al refugiado
adolecen de muchas cosas. No hay un estudio personal del individuo que viene a
pedir asilo en cuanto a sus capacidades, su formación académica, su experiencia
laboral, sus expectativas de vida… simplemente eres un refugiado más, un
inmigrante más que viene a hacer su vida a España, a rebuscarse.
Yo creo que el refugiado político no es un inmigrante
económico, es un perseguido político, que tiene una historia, que tiene una
hoja de vida de trabajo social que tiene que ser tenida en cuenta por los
centros de ayuda. Veníamos buscando una dinámica que nos mantuviera
políticamente vivos y eso no lo propicia el Centro Español de Ayuda al
Refugiado. Por lo menos no en nuestro caso.
¿Crees que hay una
intencionalidad de que no os mantengáis políticamente vivos?
Creo que hay políticas que no lo permiten y la conclusión
lógica es que el Estado español es un aliado incondicional económica y
políticamente del Estado colombiano. Si tú eres piedra en el zapato para el Estado colombiano, el Estado
español te acoge pero no te permite o al menos no te deja fácil seguir
desarrollando la dinámica que traes en tu Estado de origen.
¿Cuáles son los
intereses de España en Colombia?
En ese momento, estoy hablando del 2005, había muchos
intereses económicos de España en Colombia. Endesa, Aguas de Barcelona, el
Canal de la Reina Isabel, Repsol y una multiplicidad de empresas que estaban
explotando aquí los recursos minero-energéticos. Esas empresas eran objeto de
acusación por parte de los movimientos sociales por la explotación, por los
contratos basura, por la explotación de los recursos sin medir las
consecuencias ambientales, por las concesiones fiscales que se les daba, 80
para la empresa y 20 para el Estado.
¿Qué pasa con
Pasajeros?
En el 2008 logramos grabar un disco en España, el quinto
trabajo que se llamó Bitácora de vuelo y
ahí pusimos las canciones que hicimos durante la prisión y durante el exilio. Tuvimos
giras por Suiza, Dinamarca, Francia, Suecia, España.
Me voy a Canadá y seguimos comunicándonos, ya podíamos hacer
hasta video-ensayos con el avance de los medios de comunicación. Seguimos
alimentando dinámicas y en el 2013 decido regresar a Colombia a retomar el
trabajo que ha dejado el grupo acá. Había otro ya acá en Colombia, quedaba otro
en España, otro se había ido a Venezuela.
¿Por qué decides
regresar?
Cuando el DAS desaparece definitivamente veo condiciones
para regresar al país. Migración cambia totalmente porque estaba manejada por
el DAS. El gran peligro de los exiliados políticos era que, al regresar al
país, tenían que pasar los filtros del DAS y muchos eran asesinados al salir
del aeropuerto o días cerquita de haber regresado. Ya no estando ese filtro ahí
puedes decir: “Ya puedo entrar”.
¿Cómo encuentras Medellín?
Se notaban ciertos cambios en la dinámica social, pero había
mucho por hacer todavía. En 10 años, la infraestructura de la ciudad había
cambiado mucho, se llenó de edificios, pero también cada vez más polarizada
entre los barrios populares y la clase media- alta. La presencia del Estado
había aumentado con casas de la cultura, bibliotecas, parques. El nivel educativo
y de formación en pensamiento crítico siguen pendientes. Siguen haciendo cosas
para que la gente no piense, no critique de forma constructiva.
¿Cómo encuentras al
movimiento social?
Muy tímido. Para lo que era antes cuando había realmente un conflicto
y un riesgo social, físico, de perder la vida. Muy temeroso. Muy ligado a las
instituciones del Estado. Sin embargo siguen haciendo cosas.
En las ayudas que venían por cuenta de la cooperación
internacional se cambiaron las condiciones y pusieron un filtro. Necesitabas
que una institución del Estado te avalara. Se asfixió a organizaciones no
avaladas por el Estado. Una manera de coaptar la manera de trabajar de las
organizaciones sociales. Gran parte fue por el lobby que hizo en Europa Álvaro
Uribe Vélez. El problema que planteaba Uribe es que esos dineros no pagaban
impuestos al llegar directamente. Así les ponen filtros para que, con la excusa
de la veeduría de la institución colombiana, escojo con quién se puede. Se quedan
con gran parte del presupuesto y, de paso, es selectivo.
¿Qué es de Pasajeros
hoy?
En mayo celebramos los 25 años. Presentamos temas viejitos,
temas del exilio y temas nuevos, que no están grabados aún. Pasajeros es un
proyecto social y musical y en esa dinámica vienen elementos nuevos. Hay una
visión, una línea política, que sigue siendo la misma, puesto que las
condiciones sociales no han variado mucho, solo la infraestructura. La base del
conflicto social está sin resolver.
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